una entrada de tom fabucu (letras)
imágenes ilustración de P.Bezanes
...de maternales, con tres años, recuerdo los mandilones y las mesas redondas bajas pero no pequeñas aunque sí lo eran las sillitas a su alrededor, donde nos sentábamos los niños para embadurnarnos de las ceras con las que dibujábamos y pintábamos en papeles. Lo pasábamos bien; luego venían a recogernos.
Al año o curso siguiente, ya con cuatro años, Emilio y yo salíamos al recreo al patio cerrado con vallas para plantar unas pepitas de limón que sacamos del comedor y unas pipas tostadas.
Por supuesto las pipas no prosperaron pero entre los setos, un año más tarde, de donde habíamos enterrado las pepitas salía un pequeño arbolito que años después se hizo limonero. Con el tiempo en un arreglo de la valla lo cortaron y desapareció.
También por aquellos entonces solíamos ir en verano a una casa en la costa del Cantábrico. En la playa, entre unas dunas corría un riachuelo en meandros orillado de arena y en algunos tramos de carrizos o espadañas. En esta ría en miniatura que desembocaba en la mar junto a una zona de rocas, me pasaba las horas y sin los días capturando en frascos y botes que encontraba, toda clase de fauna acuática tanto de agua dulce como marina. Inventaba como si alguien me lo dijera al oído ingeniosas trampas para peces, angulas, cangrejos, quisquillas, .... Y a veces al alzar la vista encontraba una vela en el horizonte...
El mar, la mar, cada vez me llamaba más la atención; un ser vivo al que quizá nunca los humanos lograre-
mos dominar. Pasaron los años y los días de pesca desde la costa con algún amigo, el nadar entre las olas, pero había algo más, una llamada más honda que decía de otras tierras y misterios. Con el tiempo supe lo que había al otro lado y aún así continuaba soñando con aventuras marineras; su influencia ya atendía más al alma que a lo físico y comencé a soñar...
un cursillo de vela para niños en las rías gallegas me devolvió la ilusión una vez más y años más tarde en un océano lejano, el poder manejar por unas horas y resueltamente la génova de un velero de unos nueve metros con viento recio, quiso parecerme el comienzo de aquella aventura que no llegaba a realizarse...
..., recordé aquella pintura colorida de un velero en el mar. La había pintado en aquellos primeros tiempos de mi infancia y con otra de mi hermano estuvieron enmarcadas en una pared de casa durante mu-
chos años, hasta que en una mudanza el cuadro se cayó y se hizo añicos el cristal con lo que fue a parar a la basura. Mi sueño de un velero cruzando solitario el océano no se hundió sino que aparecía nítido en las noches y muchos años después revivió e hice una pintura en recuerdo de aquel navío. Hoy, el sueño continúa más o menos intensamente, como por mareas o lunas...
...no sé si es un proyecto o simplemente un pensamiento de extraña libertad que a veces acude susurran-
te a mi mente, pero sí ha tenido influencia en mi manera de vivir, aunque en un mar diferente, de enormes olas; la montaña...
cada vez que acudo a un puerto y veo los veleros descansar en sus pantalanes o en un barco de línea nos cruzamos con alguno, las velas hinchadas, mi corazón se encoge y me entran ganas de meterme polizón en cualquiera de los que de cuando en cuando parten. Sobremanera cuando atraca un buque escuela u otro velero grande y entonces, retenida mi ansia a un tiempo más propicio, me viene siempre a la mente, el velero
del dibujo:
El velero de los sueños
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